EL NUEVO CONTEXTO DE LA ORIENTACIÓN ACADÉMICA Y PROFESIONAL
Quizás uno de
los mayores retos que tiene la Orientación Educativa en estos inicios del
siglo XXI sea la Orientación Académica y Profesional (OAP). En esta entrada voy
a comentar algunas reflexiones sobre el contexto actual de la OAP y en una
entrada próxima planteare algunas claves para la intervención orientadora en
este ámbito de actuación tan relevante de la Orientación Educativa.
LA CONCEPCIÓN DE LA OAP
Tradicionalmente
se ha entendido la OAP como el proceso para ayudar a la persona a elegir una
profesión u oficio acorde a sus habilidades, intereses y capacidades así como
el itinerario formativo más adecuado para conseguirlo.
Las diversas
actuaciones de la OAP se han centrado de forma secuencial en los siguientes
aspectos:
- El conocimiento de uno mismo para determinar las propias capacidades, competencias e intereses.
- El conocimiento del entorno de trabajo y el mercado laboral.
- La toma de decisiones sobre la formación y el empleo.
- La gestión del proyecto de vida respecto la formación y el trabajo.
A la base de
esta concepción y de estas actuaciones de la OAP ha prevalecido
la idea de que en la vida de las personas existen dos etapas diferenciadas:
- una etapa de formación
- una etapa de actividad profesional.
EL NUEVO CONTEXTO AL INICIO DEL SIGLO XXI
Sin embargo
esta concepción de la OAP basada en el objetivo de conseguir el encaje entre la
persona y la profesión u ocupación apropiada a esta persona es difícil de
mantener en nuestra sociedad actual, ya
que ello supone considerar:
- que la profesión y los requisitos para ejercerla adecuadamente son estables a lo largo del tiempo
- que las habilidades e intereses de la persona también permanecen constantes a lo largo del tiempo
De manera
similar la distinción entre dos etapas básicas y diferenciadas en la vida ( el período de formación y el período de
actividad profesional) no tiene sentido en la nueva sociedad postindustrial, en la que se ha hecho imprescindible que el aprendizaje
y la formación se desarrollen a lo largo de toda la vida de la persona (incluso
una vez terminada su vida laboral). Y esto es así debido a que es que más probable que en su futuro profesional una persona tenga que ejercer diferentes oficios y
profesiones, requiriendo para ello procesos de actualización y reciclaje
respecto la propia formación.
En resumen la sociedad del siglo XXI se caracteriza por requerir diferentes objetivos profesionales a lo largo de la vida laboral de las personas y este hecho conlleva un proceso continuo de adaptación, aprendizaje y formación.
En resumen la sociedad del siglo XXI se caracteriza por requerir diferentes objetivos profesionales a lo largo de la vida laboral de las personas y este hecho conlleva un proceso continuo de adaptación, aprendizaje y formación.
SOCIEDAD LÍQUIDA
El mercado
laboral y entorno de trabajo al que hoy se enfrentan los jóvenes (y los no tan
jóvenes) se enmarca en lo que el sociólogo polaco, Premio Príncipe de Asturias de
Comunicación y Humanidades 2010 y recientemente fallecido, Zygmunt Bauman
denominó “sociedad líquida”: una sociedad en continuo cambio caracterizada por
un desconocimiento del futuro respecto a la economía y el mercado laboral. Los estados, los mercados, el comercio
internacional, las instituciones, las empresas, las profesiones, el empleo o el
trabajo han dejado definitivamente de ser una realidad ‘sólida’ con forma y
características estables o reconocibles.
Es en este contexto en el que
nace el concepto de trabajo líquido. El mercado incierto incita a que los
trabajadores dejen atrás el concepto de trabajo tradicional y se esfuercen por
crear una marca propia, reinventarse y adaptarse a los nuevos tiempos.
La palabra líquido hace
referencia a la flexibilidad de esta tendencia laboral. Si el trabajo existente
en la etapa industrial era un trabajo
“sólido” caracterizado por una relación de dependencia con una empresa, el
trabajo líquido que comienza a imperar en la actualidad es un trabajo que se
adapta a las necesidades del mercado.
LA FORMACIÓN QUE SE DEMANDA
En este nuevo contexto, las
personas han de ser conscientes de cómo es la naturaleza del nuevo mercado laboral
y deben dirigir sus esfuerzos para formarse mas como personas que como empleados, con el objetivo final de
poder ser un activo para las empresas,
colaborar con otros profesionales con talento, crear sus propias oportunidades
y construir su propio futuro laboral.
Otro de los hechos que
caracteriza la sociedad de principios del siglo XXI es la brecha existente entre la formación que reciben
los jóvenes y lo que demanda el mercado de trabajo, por lo que se hace cada vez
más necesaria una mejoría y una mayor agilidad en todo el proceso de adaptación
académica, con la creación de nuevos contenidos y la ampliación de la oferta
educativa a las demandas profesionales del mercado.
En un país como España, con
más de un 20% de paro y un 50% de desempleo juvenil, donde cada año salen de
las universidades miles de graduados con poca esperanza de encontrar pronto un
puesto de trabajo, se da la paradoja de que muchas empresas no encuentran perfiles
para cubrir una parte considerable de sus puestos vacantes. En concreto, un 14%
de los directivos españoles dice que no logra dar con los perfiles adecuados
para trabajar en sus compañías según señala el último estudio realizado porManpowerGroup en 2018 sobre la escasez de talento, para el que se han interrogado a más de 40.000 altos cargos en
40 países.
La consultora McKinsey avanza
que el mundo se enfrenta a una escasez de 40 millones de trabajadores con
educación superior en el año 2020 y a un posible superávit cercano a los 100 millones
de trabajadores poco cualificados. De lo que se deduce que los requerimientos
educativos para los jóvenes van a aumentar en los próximos años teniendo en
cuenta además que el 60% de las profesiones que se requerirán en los próximos años no cuentan con un
programa regulado de formación académica en la actualidad.
Mientras tanto y frente a este
contexto gran parte de la formación que aún reciben los jóvenes sigue estando
centrada en los contenidos curriculares y no en el desarrollo de las diversas competencias
educativas básicas y las competencias de empleabilidad que resultarán clave para
el desarrollo de su carrera profesional.
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